El guerrero partió en busca de un sitio mejor para su pueblo; llegó a un terreno gigantesco, deshabitado y sintió cómo el sol quemaba, era el señor de aquellas tierras. El hombre levantó su arco y flecha dispuesto a derribarlo; dorada e intensa transcurrió la tarde, hasta que el sol tiñó de rojo el cielo, cayó refugiándose en las nubes hasta desaparecer. El guerrero había vencido, el cielo recuerda y obedece cada día.